miércoles, 21 de octubre de 2009

Repertorio de lágrimas dulces


Con tus palabras sofocadas inyectadas en impura sangre, estimé que esto no sería más que un momento. Tus ojos pueriles era una personificación de un odio constante, mientras que tus manos dibujaban en la distancia figuras inconexas. Sin embargo, lentamente de tus ojos cristalinos me enamoré, tu recuerdo se guardó como una fotografía en mi memoria, y el roce de tus labios se transformó en el sabor más dulce que jamás haya probado.
Y así como esperé que rápidamente se diluyera este amor inesperado, mi corazón comenzó a latir de una manera progresiva y distinta. Me di cuenta que había caído en decadencia, fruncida en un declive pronunciado esperando eso que jamás llegaría. Me balanceaba brevemente en pensamientos fortuitos, dejándome fluir por aquel cauce infinito.
La esencia de tu voz estaba presente adonde fuere; y el aroma de tu persona se impregnaba en mí a cada momento.

En ese momento ya no eras mi pasado, eras mi necesidad. Y ya no quise ni pude obligarme a un olvido inaudito, porque, con seguridad, te amo.

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